En las ratas el cuidado materno consiste en lamer y alimentar, Meany cuantifica estas tareas y diferencia entre unas madres más o menos entregadas.
En primer lugar observó que las ratitas que habían sido criadas por madres menos cuidadosas, de mayores eran también poco cuidadosas, concluyó que estaban genéticamente predispuestas a ser "malas madres".
Más adelante decidió poner bajo el cuidado de las madres más entregadas a crías del otro grupo. Los resultados mostraron que siendo adultas habían aprendido a cuidar a sus crías como sus madres adoptivas prevaleciendo su experiencia más que su evolución genética.
Esta investigación estudiaba tanto el comportamiento de los sujetos de experimento como sus cambios cerebrales.
Se concluyó que el hipocampo resultaba modificado en las ratas según eran sus cuidados infantiles. A esto se le llama plasticidad cerebral y pone de manifiesto la capacidad del cerebro de cambiar según la experiencia.
En una segunda fase este investigador decidió estudiar el cerebro humano y ver si se producían los mismos cambios que en los roedores. Examinando individuos que habían sufrido abusos y otros que no, observó que la misma zona cerebral había sufrido modificaciones.
En referencia a la plasticidad en la ultima década se han hecho diversos estudios que muestran la capacidad de cambio que tenemos los seres humanos en respuesta a los estímulos.
A mi esto me parece fascinante, ahora somos más responsables de nuestra vida y de nuestros actos, tenemos más control sobre nuestro cerebro al ser conscientes de que nosotros mismos podemos cambiarlo.
Muchas veces he debatido sobre qué predomina en la personalidad del ser humano la genética o el aprendizaje. Hoy el aprendizaje se lleva un punto.
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