A. me llama. Quiere que le acompañe a un columpio que hay debajo de una encina en el jardín.
Voy con ella, están unas compañeras esperando muy pacientes a que ella se suba y compartir.
- ¡No puedo!
- ¿No puedes?
- ¡No puedo! Quiero subir ahora, quiero que venga mi mamá y me ayude.
- Yo estoy contigo, puedo sujetar la rueda y tú subes.
A. Levanta una pierna y parece meterla, la saca corriendo y grita ¡No puedo!
Se sienta frustrada en el suelo y aparenta enfado.
- Yo sujeto la rueda y tú puedes subir, si quieres puedo sujetar tu cuerpo pero subes tú.
Lo intenta y vuelve a pasar lo mismo, levanta la pierna, tiembla toda entera y se sienta corriendo en el suelo.
- ¡Por debajo!
Intenta tumbarse pero no cabe su cuerpo y cuando la rueda se mueve un poco vuelve a temblar.
- ¿Te da miedo?
- Me da miedo pero yo quiero.
Después de unas cuantas veces sus compañeras le piden mover la rueda.
- ¡No puedo!
- Podemos ir a jugar a otro lugar que no te de miedo y lo intentamos otro día.
- ¡pero yo quiero!
DÍA 2
- Marina vamos a la rueda.
Nos volvemos a colocar, sujeto la rueda y pongo una mano en su espalda.
Mete un pie, lo saca, mete el pie, lo saca, se sienta...
- Me da miedo
- Si, hay días que intentamos hacer las cosas que nos dan miedo.
Lo vuelve a intentar.
- ¡Me da miedo!
- Quizá lo puedes intentar otro día. ¿Quieres que busquemos otra cosa para hoy?
DIA 3
Ese día estaba muy alegre y el jardín muy tranquilo.
- ¿Quieres volverlo a intentar?
- ¡Si!
Sujeto la rueda, la pongo una mano en la espalda y viene una compañera a enseñarle cómo lo hace ella.
- Mira, te sujetas así y metes el pie, luego el otro y ya está.
Se sujeta muy fuerte, mete un pie, lo va a sacar y... ¡mete el siguiente!
- ¡Lo he conseguido!
Ahora cada vez que ve la rueda libre va corriendo y es un placer ver cómo va moviéndose en ella despacito, cada día con más confianza.
Y es que a veces, los que mejor saben gestionar el miedo son aquellos que lo viven más.
Estoy muy orgullosa de A y de su valentía.