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domingo, 14 de agosto de 2016

Autonomía ¿que hacemos?

¿Cómo evitamos la autonomía?



Los niños nacen con algo innerente a ellos que es la curiosidad, según van creciendo y van adquiriendo movilidad, vamos cortando la libertad que es promovida por esa curiosidad de diferentes maneras. La principal autora que habla de la autonomía, ya en los bebés es Emmi Pikler.

De bebés comenzamos a asumir sus responsabilidades, si no lo hacemos a esta edad ¿cuando vamos a aprender a ser consecuentes y hacernos cargo de nuestros actos? ¿Cuando vamos a empezar a enseñarles?

Lo primero es diferenciar cuándo realmente nos necesitan y cuando no. Por ello Rebeca Wild diferencia las necesidades de desarrollo y las necesidades de supervivencia.

  • Necesidades de supervivencia: alimento, calor, sueño, aire... 
  • Necesidades de desarrollo: cada persona pasa por diferentes momentos evolutivos y en cada momento necesitamos hacer cosas diferentes. Por ejemplo alrededor del año el niño quiere conquistar el movimiento (andar, subir, bajar, saltar).


En las necesidades de supervivencia somos responsables los adultos (ponerse el cinturón); en las de desarrollo somos responsables de ofrecer el espacio y el material pero qué hacer con ello es responsabilidad del niño (jugar con el agua).




Normalmente buscamos independencia en los cuidados del niño que es justamente donde el respeto y el tacto le hacen sentirse querido, y donde puede ser autónomo interferimos más (por miedo a la frustración o anteponiendo nuestras propias necesidades).







¿Cómo coartamos su libertad de acción cuando son bebés?
  1. Cortando su actividad espontánea: esto esta sucio, esto es de fulanito, eres muy pequeño para, ten cuidado que te puedes...
  2. Limitando el espacio en el que moverse: utilizando elementos por su seguridad, en realidad sirven para que nosotros nos quedemos más tranquilos, (hamaca, maxi cosi, cuna...) evitando que se muevan de un modo espontáneo. 
  3. Dirigiendo su juego: como adultos queremos pasar tiempo con los bebés, les enseñamos a jugar a las palmas, les mostramos los juguetes... Tiene que haber un equilibrio entre este tipo de interacciones y la observación de su actividad
  4. Miedo a su llanto: no diferenciamos cuando un llanto es de dolor, cansancio o hambre de cuando lo es de frustración, enojo o desahogo. Esto produce que el propio niño, a la larga, no sepa diferenciar sus emociones de sus necesidades y cuando, por ejemplo, tenga dominio del lenguaje confundirá lo que quiere pedir porque no sabrá lo que realmente necesita y esto provocará a la larga problemas de comunicación
Debemos establecer un equilibrio entre autonomía y contacto con una constante observación de la respuesta del niño.

Estas acciones las seguimos practicando según van creciendo:
  1. Ahora no es el momento, tienes que hacer esto, no ensucies, no molestes, no hagas ruido...
  2. No salir a la calle, al campo, llevar al niño a espacios que no son adecuados a su desarrollo como centros comerciales o supermercados, pretender que esté mucho tiempo sentado.
  3. Seguimos dirigiendo su juego de diversas maneras, proponiendo actividades que consideramos que intelectualmente necesitará en un futuro pero que no tienen que interesarle demasiado en el momento (música, lectura, dibujo) y evitando otros que le gustan más (el agua, el juego libre). 
  4. Miedo a las emociones: acompañar a los niños en su dolor aunque "no le pase nada", su umbral del dolor es diferente al nuestro y algo que no tiene que parecernos importante puede ser un gran problema para el niño. 




"A los niños les conviene tener una vida ordenada, sobre todo si pueden ordenársela ellos mismos."

Pippi Calzaslargas


jueves, 11 de agosto de 2016

Escritura Montessori: la historia del buey y la casa


Los hombres antiguos crearon herramientas como medio de comunicación, al principio fueron los llamados pictogramas. Estos dibujos representaban fenómenos naturales o se parecían a objetos naturales; pero se prestaban a diferentes interpretaciones por lo que el ser humano fue mejorando su forma de mandar mensajes.

Historia de el buey y la casa


El buey era un animal importante para los egipcios, ofrecía comida al pueblo. Cuando se mataba un buey, su cabeza se colgaba de un lugar alto con los cuernos hacia abajo, para mantener estos cuernos separados la gente colocaba un palo entre ellos. Cuando lo veían quedaba así: A. 
A la cabeza del buey le llamaban Alef (quiere decir cabeza). De esta historia surgió una letra egipcia.

En esa época había también una región llamada “Fenicia”, la gente que vivía allí se dedicaba a comprar y vender cosas, por eso tenían que viajar mucho. Tenían grandes barcos y eran excelentes navegantes.
Por ese entonces la escritura se hacía por medio de dibujos, pero los fenicios, siendo comerciantes, deseaban hacer las cosas muy rápido para poder llegar a otro lugar. Por este motivo inventaron algunos símbolos ayudándose de las cosas que veían en sus viajes.

Estos fenicios tomaron esta alef y la llevaron con sus negocios por todo el mediterráneo, hasta llegar a los griegos que le denominaron Alfa. 

Y así ha llegado a nuestros días como letra A. Cuando nosotros escribimos la letra A escribimos toda esta historia.


Sucedió lo mismo con otras letras. Por ejemplo la letra egipcia que simboliza una casa con jardín, los egipcios llamaban bet a este tipo de casa. 
Cuando llegó a los griegos a través de los fenicios ya tenía algunas transformaciones y le llamaron Beta, para nosotros ahora es solo “B”. 
Esta letra, al igual que todas, siguió cambiando. Los fenicios escribían rápido para hacer todas sus transacciones y era mucho más fácil escribir con ángulos más redondeados. 

Otros ejemplos de las letras que utilizamos hoy son la G griega o la H. G era en un principio la representación de la cabeza de un camello, se derivó la letra de la palabra camello que utilizaban en Egipto (gimail). La letra H era originalmente una cerca, una valla...

El alfabeto se difundió después por el mundo. Uno de los primeros lugares donde se difundió fue en Grecia donde se unieron las dos primeras letras (Alfa-Beta) y se le dio el nombre por el que lo conocemos hoy día. 

Nuestro abecedario, que deriva del latín (dario: lista), consiste en un signo para cada sonido. 

Todas las letras que usamos hoy en día están relacionadas con cosas que eran importantes para la gente, de sus necesidades fueron surgiendo sus inventos. 

Es curioso como, al igual que las personas, todas las cosas cotidianas que usamos a diario sin plantearnos de dónde han venido tienen su propia historia, su evolución, estrechamente relacionada con la nuestra.